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José Sánchez Tortosa
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lunes, 20 de agosto de 2018

Entrevista para Filosofía & Co

Entrevista para Filosofía & Co sobre la Institución Libre de enseñanza 


Versión completa de la entrevista concedida a Luis Fernández para el reportaje "Institución Libre de Enseñanza, la base de la educación de hoy", publicado en Filosofía & Co:

Parte I


¿Dónde está el desencuentro entre pedagogía y filosofía?
El desencuentro se puede rastrear hasta la Grecia antigua, porque ya Platón tiene un diálogo muy explícito al respecto, Lisis, donde contrapone de forma bastante irónica los dos términos, que debían de ser de uso más o menos habitual en la época: paidagógos y didáskalos. El pedagogo era según Platón, pero sabemos que era así, el esclavo que llevaba a los niños a la escuela. Entonces Platón contrapone la figura del pedagogo, un esclavo que apenas habla griego, un griego casi bárbaro, dice, y que se lleva a los chicos a donde dejan, de algún modo de ser niños… porque conversan con Sócrates, que desempeña el papel de didáskalos, de profesor. Entonces la oposición es histórica y conceptual, desde sus mismos orígenes. Lo que yo mantengo en mi tesis, aunque no es demasiado original, es que la filosofía de Platón, que es lo mismo que decir la filosofía, se gesta contra dos enemigos que confluyen a pesar de proceder de posiciones antagónicas: la poética y la sofística.
La poética porque rige en función del principio de autoridad y porque su público es la mentalidad infantil que todavía se mantiene en la sociedad griega. Se alimenta el infantilismo de una mentalidad que es incapaz de pensar por sí misma y se aferra a la tradición, y por tanto al principio de autoridad.
Y el otro enemigo de la filosofía es la sofística, que viene a plantear también un infantilismo de la audiencia, pero por la vía inversa. En lugar de una sociedad en la que rigen los dogmas heredados de la tradición, lo que rige es el relativismo más absoluto, el discurso más eficaz mediáticamente o publicitariamente… En ambos extremos, con todas las modulaciones y graduaciones que quepan, lo que está en riesgo son los principios comunes de racionalidad filosófica, sin los cuales es imposible pensar, poner en cuestión y reconstruir la realidad dada. Lo que yo planteo es que propiamente la enseñanza como tal tiene su semilla en ese planteamiento de Platón, y que a lo largo de la historia, los sistemas educativos han ido oscilando entre un polo y otro: de sistemas muy autoritarios se ha acabado desembocando en sistemas relativistas, que sería más o menos en lo que nos encontramos hoy: el alumno no es considerado como un adulto en potencia, sino como un eterno infante al que hay que mantener feliz por encima de todo.

Esto sería la pedagogía actual según lo plantea usted.
            Eso es.

¿Y qué hay de malo en tratar de que el alumno sea feliz?
            Pero la felicidad es una cosa demasiado importante para dejarla en manos del Estado, y mucho menos de funcionarios que se dedican a dar clase de Matemáticas. Y en segundo lugar, porque tiene un aspecto perverso. Lo de la felicidad es un decorado, es pura retórica. No lo digo en términos conspiranoicos, de una planificación deliberada de la producción de ignorancia (aunque ahora te digo si quieres la hipótesis que yo manejo)… Pero de hecho lo que sucede es que en aras de la felicidad, de la espontaneidad del niño, de su creatividad, se les priva de conocimientos que necesitan, en especial los que tienen menos recursos socioeconómicos. Y en el fondo un sistema que se supone que ha universalizado la alfabetización y el conocimiento lo que ha hecho ha sido degradar la calidad de la enseñanza de conocimientos académicos, técnicos, científicos o intelectuales en general, y ahí los perjudicados son las clases más desfavorecidas o con menos recursos.

O sea, que la pedagogía habría servido como un arma de clase. Pero los autores de Escuela o barbarie [de los que se habló antes] insisten mucho en no caer en la trampa contraria, en que la exigencia académica termine perjudicando a los alumnos con menos recursos.
            Claro, pero el hecho de que los alumnos cuya familia tiene mejor posición social tengan mejor rendimiento académico es precisamente el síntoma del fracaso de la escuela, porque en otras épocas no pasaba, y no pasaba precisamente por lo fuerte que era la enseñanza. Yo no lo plantearía tanto en términos de clase porque hablar hoy día de clase es hasta cierto punto anacrónico, habría que matizar mucho. Por supuesto que hay jerarquías socioeconómicas, pero hoy no se puede hablar de proletariado, o al menos no como en el siglo XIX o principios del siglo XX. No niego la mayor, pero habría que matizar mucho. La clave me parece que tiene que ver con cuestiones demográficas, sobre todo, no tanto económicas, porque al fin y al cabo en la destrucción sistemática de la escuela pública española se ha gastado muchísimo dinero, o sea que el problema no es tanto económico.

¿En qué se ha gastado?
            No lo sé. O bueno, sí lo sé, en parte. En departamentos de Orientación, en meter las nuevas tecnologías en las aulas… No podría hacerte la factura, pero que se ha invertido dinero es evidente. Se ha invertido dinero en destruir la enseñanza.

¿Con ese objeto declarado? ¿Usted cree que ha sido intencionado?
            No. Lo que yo creo es que, sencillamente, la escuela ha pasado a desempeñar una función diferente. Obviamente, en una escuela masificada como es la actual y en un Estado que no necesita, al menos a corto plazo, producir una élite intelectual de obreros cualificados, etc… Para eso se instauró el Bachillerato franquista, que era enormemente exigente y de muy alta calidad, aunque selectivo y elitista si quieres (aunque muchos hijos de obreros estudiaron en el Bachillerato franquista), pero que respondía a esos intereses de Estado. Ahora no hay esos intereses y la escuela cumple fundamentalmente una función de control demográfico.

He leído en algún artículo suyo que la escuela sirve para controlar administrativamente a menores de edad que no pueden estar sueltos, y me impresionó mucho porque en principio la escuela está para otra cosa y tal y como se suele presentar se supone que funciona. ¿Cómo es eso?
            Tampoco es un hallazgo genial mío. Uno lo va viendo al estudiar la evolución de los sistemas educativos. Por múltiples causas materiales, no ideológicamente diseñadas, en Estados con crisis internas, con crisis de soberanía, las funciones de las instituciones cambian. Y en el caso de la escuela también. Fíjate en el aumento de la edad de escolarización obligatoria, que es rara porque en los demás países europeos generalmente está en catorce años, no en dieciséis.

¿Es partidario de bajarla a catorce?
            Sí.

¿Y por qué? Porque uno tiende a pensar que está bien dotar a los jóvenes de una serie de conocimientos mínimos y que cuantos más, mejor, ¿no? Y los dieciséis años, que es cuando se puede empezar a trabajar, pagar impuestos o ir a la cárcel, parece una edad razonable.
            Sí, el problema es que hay una cosa peculiar. Los jóvenes actualmente… Bueno, hay de todo, por supuesto, pero el profesor de Secundaria o incluso de primeros cursos de Universidad lo vive. Los ritmos de maduración académica e intelectual son más tardíos, pero el acceso a una masiva oferta de posibilidades es muy anterior, y esto crea una especie de híbridos, de monstruos esquizofrénicos [risas] capaces de hackear la web de hacienda y, al mismo tiempo, niños de seis o siete años en cuanto a edad mental. Y entonces, a los catorce años, en esas aguas, hay chicos que, por intereses, por capacidad o por otras razones, no tienen interés en seguir estudiando. Y una buena formación técnica y profesional hasta los dieciséis años, ampliable por dos años más o como fuera, sería muy oportuna para evitar el caos que en muchos casos se genera al mezclar chicos que no tienen ningún interés por estudiar con chicos que sí lo tienen. Y no es ninguna cuestión de pecado original ni de capacidad genética, sino simplemente de distintas motivaciones.

¿Y no suele coincidir que los que tienen más interés son de clase más alta, o al menos de clase media?
            Pero eso es a mi juicio por el déficit que te decía, porque antes no pasaba. Yo, por ejemplo, he sido el primero de mi familia en hacer carrera universitaria y en mi familia no había un ambiente intelectual, ni mucho menos. Mi padre era un obrero que dejó la escuela a los catorce años y mi madre era ama de casa. Yo aún estudié con la ley del 70. Así que creo que eso es por otros motivos. Y una formación profesional de calidad es una buena manera de posibilitar que aquellos, con independencia de la procedencia, que tengan capacidad e interés, puedan continuar sus estudios por ese camino.

Bien, volvamos a donde estábamos: la escuela como una institución de control demográfico. ¿Qué papel juega en esto la pedagogía? ¿O no tiene nada que ver?
            Es el márquetin. La pedagogía es el márquetin. Siempre el discurso propagandístico y la retórica suelen limar las fricciones que puedan generar determinadas situaciones. Es de gran eficacia y acorde con los términos de la posmodernidad más o menos vaporosa el discurso al que se acoge la pedagogía: narcisismo casi patológico, el énfasis en la felicidad y las emociones… El que esté acostumbrado a trabajar en el mundo de la enseñanza está harto de oír todos estos clichés. Es una especie de cobertura retórica que, deliberadamente o no, oculta una realidad mucho menos amable.

¿A qué se refiere con “narcisismo”?
            Sí, porque el niño es un mundo en sí mismo y todo ha de girar en torno a él, que es el centro de gravedad.

Y dices que esto causa el infantilismo del que hablaba.
            Sí, claro. Infantilismo no solo tolerado, sino fomentado. Por ejemplo, es muy habitual ( en términos muy genéricos, ¿no?), son muy habituales los problemas de gente joven para enfrentarse al principio de realidad, porque la escuela es una especie de burbuja. Que en cierto modo tiene que serlo: en la escuela se aísla al alumno para que aprenda y sus errores no tengan un efecto traumático real. Pero dándole las armas para que luego esté preparado para enfrentarse a la realidad. Yo creo que en cierto modo la escuela hoy sobreprotege al alumno y la debilita en este sentido.

Cambiando un tanto de tema, contrapone la pedagogía a la filomatía. ¿Qué es la filomatía y por qué es tan recomendable?
            Es un término que se usó en algún momento, pero poco, precisamente por el peso de la pedagogía (lo usa Rimbaud, según Verlaine, por ejemplo). A mí me parece un término bonito y que merece la pena rescatar por distintos motivos. Es un término tomado del griego que utiliza Platón en La república cuando dice que el filósofo o amante del saber es el que ama aprender, philomathés, y de ahí el término filomatía, que es el deseo de aprender. A mí me parecía que no es casual la sintonía etimológica porque la verdadera enseñanza y el verdadero aprendizaje tiene una raíz filosófica, al menos en el sentido de que la filosofía es el tipo de pensamiento crítico capaz de reflexionar sobre la propia enseñanza. Mientras que las distintas asignaturas que se estudian no son capaces de hacer esa reflexión crítica desde sus propias perspectivas. La química, en tanto que química, nada dice de la enseñanza de la literatura, por ejemplo. No se puede explicar la poesía del Siglo de Oro por medio de conceptos categoriales de la química como el hidrogeno o el oxígeno, por ejemplo. Ni al revés. Pero la filosofía sí da la plataforma para plantearse críticamente la enseñanza entendida en términos generales con ideas como libertad, justicia, ciencia, que son filosóficas. Igual que la filosofía se plantea las relaciones y diferencias entre las distintas ciencias, pues también del fundamento de la enseñanza, que a mi juicio es filosófico, como te he dicho.


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